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EL JUEGO VRS. STATU QUO


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Hace algunos días me encontré con un video que subió Camila Pava, titulado “Mi juego, mis reglas”, que pueden ver en su perfil de Tiktok.


Este video me impactó mucho porque me hizo reflexionar que, a medida que nos volvemos adultos, vamos perdiendo la capacidad de jugar. En el juego hay alegría, creatividad e imaginación. El juego y el arte están relacionados; ambos tienen la capacidad de transformar lo que existe en algo nuevo. El juego y el arte producen movimiento y hacen que lo establecido, el statu quo, se tambalee.


Es por esa razón que el sistema nos roba cada vez más la capacidad de jugar y los espacios de arte, porque son amenazas. Podemos ver esto en cómo, tanto niños como adultos, ya no salen a la calle a jugar. Ahora llegamos a casa a altas horas de la noche, agotados por las largas jornadas de trabajo y el tráfico. La vida nocturna se está perdiendo. Los niños ya no salen a jugar porque es peligroso andar en la calle. No hay parques, no hay espacios para jugar. Cada vez hay menos juego y alegría.


El filósofo francés Gilles Deleuze advierte que: “El poder requiere cuerpos tristes. El poder necesita tristeza porque puede dominarla. La alegría, por lo tanto, es resistencia, porque no se rinde. La alegría, como potencia de vida, nos lleva a lugares donde la tristeza nunca nos llevaría.”


Por su parte, el filósofo coreano Byung-Chul Han señala que estamos en una sociedad del cansancio, una sociedad del rendimiento, en la que nos explotamos a nosotros mismos: “Lo contrario de la sociedad del juego es nuestra sociedad del rendimiento, nuestra sociedad del cansancio, en la que cada uno se explota voluntariamente a sí mismo creyendo que así se está autorrealizando. Nos matamos a base de autorrealizarnos. Nos matamos a base de optimizarnos. Pero el hombre no es un homo laborans (hombre de trabajo), sino un homo ludens (hombre de juego). El hombre ha nacido para jugar, no para trabajar.”


El juego, al igual que el arte y la alegría, es una amenaza al statu quo, que busca cuerpos cansados para dominarlos. Un acto de rebeldía y de juego sería abrir espacios de juego en nuestras comunidades, recuperar la vida nocturna y las calles. Salir a jugar y a divertirnos estimula nuestra creatividad e imaginación y nos lleva a reconectar con nuestra esencia.

Como dice Stuart Brown: “Lo que hace excepcional a la especie humana es que estamos diseñados para jugar durante toda la vida.”


La psicoterapia, en este sentido, tiene la finalidad de rejuvenecer a la persona que ha sido envejecida por un sistema que le roba la alegría, que la agota, que le quita la creatividad y la convierte en un robot programado para servir al sistema y mantener el statu quo. La psicoterapia es, pues, el elixir de la eterna juventud, porque ayuda a la persona a recuperar su alegría, espontaneidad, creatividad e imaginación. La psicoterapia enseña al adulto a volver a jugar.

 
 
 

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