LA DICHA DE LA ACEPTACIÓN
- Juan Francisco Rodriguez Rodríguez
- 17 sept 2022
- 5 Min. de lectura

La vida trae consigo misma una cuota de dolor. El dolor y la vida son inseparables, quitarle el dolor a la vida, es quitarle la esencia misma a la vida. En otras palabras, la vida se compone de una parte de dolor y otra de felicidad. Sin embargo, si le quitamos el dolor a la vida, la felicidad pierde su sentido. La felicidad solo tiene sentido cuando haya dolor como contraparte. Sin embargo, hay una una distinción entre este dolor que es parte de la misma vida y el dolor que nosotros creamos y que agregamos a la vida. A este dolor creado por nosotros mismos y que le agregamos a nuestra vida, me gusta llamarlo sufrimiento, para distinguirlo.
El dolor, es el que trae la vida y el sufrimiento es el dolor que nosotros mismos nos creamos y que le agregamos a la vida.
El sufrimiento para entenderlo de manera sencilla, nos lo generamos por la falta de aceptación de la realidad. Es decir, el sufrimiento es el rechazo a lo que es. Es pelear contra la vida misma. Sufrimos cuando no aceptamos a la vida como es, cuando no aceptamos a los otros como son y cuando no nos aceptamos a nosotros mismos como somos.
La falta de aceptación se da porque tenemos ideas preconcebidas sobre como la vida DEBE SER, sobre cómo los otros DEBEN SER, y sobre cómo nosotros mismos DEBEMOS SER. Sin embargo, no existe evidencia que diga que la vida debe ser como nosotros deseamos, ni que los otros deben ser como nosotros deseamos, ni tampoco existe evidencia que demuestre que nosotros mismos debemos de ser de determinada manera.
Las ideas preconcebidas sobre cómo debe ser la vida, los otros y nosotros mismos, son fantasías infantiles. Los niños, que aún no han desarrollado y madurado su capacidad intelectual, creen que todos sus deseos deben ser satisfechos. El niño es narcisista y egocéntrico, es decir, piensa que el mundo gira alrededor suyo. Las personas que están alrededor suyo, les sirven para satisfacer sus deseos. El niño es un cúmulo de deseos y fantasías. En medida que va madurando, se va dando cuenta de que el mundo no gira alrededor suyo, y que las demás personas también tienen sus propias vidas, y no estarán todo el tiempo para él. Mamá y papá tendrán que trabajar, mamá también tiene que comer, mamá también siente enojo y que a veces, no tiene ganas de estar para su hijo. Esta desilusión de que el mundo no gira alrededor nuestro, ni que somos tan importantes como queremos, es una herida a nuestro narcisismo.
Podemos tener dos posturas ante esta herida en nuestro narcisismo: O nos volvemos unos amargados y nos quejamos de la vida, creyendo que la vida es una desgracia, es decir, no aceptamos a la vida como es, o nos volvemos humildes y agradecidos por la dicha de vivir. Renegar de que la vida, nos trata mal, nos coloca en un papel de víctimas, y en este papel de víctima no asumimos la responsabilidad de nuestra existencia. Seguimos replicando nuestro papel de niños, al hacer berrinches porque nuestros padres (la vida, los otros) no suplen nuestros deseos.
La exigencia del amor de los otros, también es un berrinche infantil. Deseamos que los otros nos amen, y aún peor, deseamos que nos amen según la manera que deseamos. Nietzsche decía: “La exigencia de ser amado es la más grande de las arrogancias”. En realidad, nadie está obligado a amarnos, y menos aún están obligados a amarnos como nosotros queremos. Desde nuestro narcisismo infantil, queremos que así sea, pero la realidad muchas veces, no se apega a nuestros deseos. En realidad, no tiene que hacerlo, la realidad nos supera por muchísimo. Si queremos dejar de sufrir, necesitamos ser nosotros quienes tenemos que apegarnos a la realidad. La vida es mucho más grande que nosotros, nosotros somos una gota de agua que fluye en el río de la vida, querer que el río fluya de la manera en que nosotros deseamos, es absurdo. Es mucha arrogancia, nos falta muchísima humildad y tolerancia a la frustración para aceptar la realidad. Muchas veces, somos muy arrogantes al no aceptar a la vida como es.
Cuando aceptamos nos volvemos humildes, porque reconocemos que somos muy pequeños ante este universo infinito, pero también desarrollamos la virtud del agradecimiento. Una persona agradecida es una persona que reconoce (humildad) que lo que se le da es un regalo. Un regalo, es algo que recibimos por pura gracia. Hay alguien que nos amó y nos ofreció el regalo.
Si los seres humanos dejáramos nuestra arrogancia de exigir que la vida nos dé más de lo que nos da, y que los otros nos amen de la manera que nosotros queremos y comenzáramos a reconocer lo que la vida nos da y el amor que los otros dan, aunque no sea como nosotros queremos, nos llenaríamos de una dicha inmensa.
La vida ha sido muy generosa, y aunque quizás no de la manera en que hemos querido, hemos sido amados. Muchas personas van por el mundo generándose sufrimiento, pensando que son unos desdichados porque no han sido amados. Yo creo que eso que dicen no es cierto, porque si hoy están vivos, es debido a que hubo alguien que los amo. Un bebé no puede sobrevivir sin el cuidado de otro ser humano. Aunque quizás, este bebé no haya recibido un amor perfecto, hubo alguien que se interesó por él. Aunque sea por lástima, por obligación, hubo una muestra de amor. Todos hemos sido amados por alguien, aunque sea un poquito, aunque sea alguna vez y este amor, que hemos recibido, aún sin nadie estar obligado a amarnos, nos salva.
En la película de Harry Potter, hay una parte en la que Albus Dumbledore tiene un diálogo con Harry Potter, en el que le cuenta que porque Lord Voldemort, no podía hacerle daño en la casa de sus tíos. Dumbledore le dice que lo que lo protegía de Voldemort, era el amor que sus tíos le tenían. Harry indignado y sorprendido le pregunta cómo es posible, si sus tíos lo trataron mal. Dumbledore que representa la sabiduría le dice, que, a pesar de todo, su Tía Petunia, tuvo compasión de él cuando sus padres murieron y decidió hacerse cargo de él. Esto es amor, aunque quizás no sea perfecto, hubo algo de amor, aunque sea unas gotas.
No estoy diciendo con esto, que nos quedemos donde nos hagan daño y lastimen en nombre del amor. Lo que estoy diciendo es que reconozcamos que hemos recibido algo de amor, aunque quizás no sea perfecto y esto es un regalo. No hay nada que diga que debemos ser amados y sin embargo, lo hemos sido. Esto despierta en nosotros un sentimiento de agradecimiento y dicha y nos saca del sufrimiento que nos generamos con nuestras expectativas.
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