Una Cita Conmigo Mismo: Adiós a la autocrítica
- Juan Francisco Rodriguez Rodríguez
- 22 ago 2021
- 3 Min. de lectura
Cuando tenemos una cita con alguien, se supone que esa persona nos gusta y que nosotros también le gustamos. Una persona enamorada, resalta los atributos positivos de la otra persona, la hace sentir cómoda. No hay crítica hacia la otra persona y menos, una crítica destructiva, que la haga sentir inadecuada.
Como hemos venido viendo en las entregas anteriores, cada día y cada segundo de nuestras vidas tenemos una cita con nosotros mismos. Sin embargo, actuamos de tal forma, que no actuaríamos con otras personas. Somos muy críticos con nosotros mismos, y esta crítica muchísimas veces es desproporcionada, es decir, nos tratamos más duro de lo que deberíamos.

Constantemente nos estamos criticando, por cómo nos vemos, como actuamos o no actuamos, por como pensamos, por como sentimos, criticamos nuestro cuerpo, nuestros sentimientos y pensamientos, por no ser como creemos que “deberíamos” ser.
La autocrítica es esa voz interna que nos devalúa y nos indica que no somos los suficientemente buenos, nos hace sentir inadecuados, que nos hace falta algo: ser o parecer para poder merecer estar en paz.
La verdad es que no nacimos con esta voz interna, que nos juzga y critica despiadadamente, ningún niño al nacer, se siente inadecuado. No se odia por no ser de otra manera de la que es. Nacemos amando lo que somos, es más, no tenemos consciencia de que debemos ser de otra forma de la que somos. Aprendemos a odiarnos y a rechazar lo que somos.
La autocrítica se configuró por nuestras experiencias pasadas, más específicamente durante nuestra infancia. Nuestros padres, tenían ideales para nosotros y nos hicieron creer que deberíamos ajustarnos a esos ideales, de esta manera, fuimos construyendo una idea de cómo deberíamos de ser e interiorizamos que la manera en la que somos, es la incorrecta y la que nos imponían es la correcta. Estos ideales, han sido reforzado por la sociedad: la escuela, la iglesia, los medios de comunicación, etc. De tal manera, que nos llegamos a odiar a nosotros mismos, por sentir que está mal ser como realmente somos.
Cuando éramos niños, confiábamos de manera absoluta en nuestros padres, así que lo que ellos nos decían era la verdad absoluta. No masticábamos lo que nos decían, simplemente nos lo tragábamos y ya. Quizás nuestros padres no fueron conscientes de esto, tal vez, ellos también solo repetían lo mismo que habían aprendido de sus padres. Las críticas que recibimos de pequeños de las figuras significativas para nosotros, nos las hemos tragado sin masticarlas, y nos la hemos creído tanto que pensamos que son ciertas.
Ahora quizás ya no sean nuestros padres, de manera física quienes nos critiquen, pero los llevamos en nuestra memoria, nos hablamos como nos hablaban de pequeño; “eres tonto”, “no sirves para nada”, “te ves gorda”, “eres perezoso”, “no sabes hablar bien”, “si te comportas así, a nadie le gustarás”, “las mujeres decentes, no se comportan así”, “los hombres, no lloran, pareces marica”, “tú puedes solo, no pidas ayuda”, etc. Todos estos mensajes, que alguna vez recibimos, ahora, se activan en nuestra cabeza.
Necesitamos ponerles un alto, quizás cuando éramos niños, no podíamos manejarlos, sin embargo, ahora que somos adultos, tenemos más capacidad de poder discernir estos mensajes. Ahora podemos masticarlos, y observar que mensajes nos son útiles, y cuales no lo son. Podemos hacer una separación y solamente ingerir, aquellos que son saludables. Muchos de estos mensajes, no son para nada saludables, porque minan nuestra autoestima y el sentido de valía.
Para tener una buena relación con nosotros mismos, tenemos que vomitar aquello que nos hemos tragado y nos está provocando mala digestión. Podemos construir, un diálogo interno más amoroso y compasivo.
Muchas personas que son perfeccionistas, en realidad, han introyectado la creencia de que deben ser perfectos para ser amados, así se pasan la vida, tratando de ser perfectos para alcanzar el amor, pero resulta que nunca sienten que son los suficientemente perfectos y esto lo proyectan en los demás, los critican y los juzgan porque no son los suficientemente perfectos como ellos consideran que deben serlo.
Esto es lo que pasa, cuando somos críticos con nosotros mismos, vamos por el mundo criticando a los demás. Cuando aprendamos a ser amables y compresivos con nosotros mismos, también lo seremos con los demás.
Para tener una cita sana contigo mismo, elimina la autocrítica drástica y establece un diálogo más amoroso, basado en la autocomprensión y la autocompasión. Te aseguro, que cuando seas más autocompasivo contigo mismo, lograrás alcanzar tu mayor potencial. La autocrítica, mina la confianza en ti mismo.
Comments